Desde que me he instalado un poco en Hua Hin (espero que temporalmente), he cogido la costumbre de ir todas las mañanas a la preciosa playa larga a caminar varios kilómetros antes de darme un baño.
Durante estos paseos, me cruzo con otros caminantes o corredores, así como con paseantes, a veces familias o grupos.
Cuando me encuentro con alguien, suelo mirarle, intento llamar su atención y saludarle.
¿Qué he notado?
Cuando me encuentro con un tailandés o una tailandesa, suele mirarme, nuestros ojos se cruzan y nos saludamos, obviamente siempre con una sonrisa.
Cuando me encuentro con un farang (extranjero no asiático), este encuentro visual y saludo se produce en alrededor del 60/70% de los casos. Pero el 50% de las veces sin sonrisa.
Cuando me encuentro con UNA farang, en el 90% de los casos evita cuidadosamente mi mirada, fijando los ojos delante de ella o en sus pies, y mi saludo no tiene eco. Ocasionalmente, reacciona con retraso y desliza un “buenos días” con la punta de los labios.
Hace que uno se pregunte por la calidad de las relaciones en nuestro mundo occidental, ¿verdad?